Un día soleado en Lima, mi mamá me sorprendió con un regalo inesperado: ¡una bicicleta! Aunque en lo más profundo de mi ser anhelaba secretamente una Super Nintendo, decidí tomarlo con buen humor y darle una oportunidad a mi nueva compañera de dos ruedas.
Regresaba a casa después de visitar a una amiga. ¡Las calles de Lima siempre eran una auténtica locura! Los conductores se creían estrellas de la Fórmula 1, ¡sin mencionar la falta de ciclovías! Imagínate, esa noche estaba húmeda y prácticamente a oscuras, y para colmo, algunos de los postes de luz decidieron tomarse un descanso. ¡Justo lo que necesitaba para poner a prueba mis habilidades!
Con una determinación de hierro, me propuse llegar a casa a toda velocidad, ¡ya era muy tarde! Recuerdo cómo mis piernas pedaleaban como si estuvieran impulsadas por cohetes, convencida de que superaba la velocidad de la luz. Mi mente se perdía en pensamientos emocionantes, anticipando la llegada del sábado, ¡mi día sagrado! ¿Por qué era tan especial? Porque era el momento perfecto para explorar un rincón escondido en un pequeño mercadillo de mi distrito y darme el gusto de comprar música nueva.
Tenía un amigo, una auténtica enciclopedia musical que me mantenía conectada con los últimos lanzamientos de los géneros que más me gustaban. ¡Siempre le compraba toda la música que tenía! Mientras me perdía en mi propio mundo paralelo, olvidé por completo que estaba montada en mi bicicleta a toda velocidad por calles oscuras. Y justo en ese momento…
¡Zas! ¡Salí volando por los aires como una auténtica superhéroe improvisada! Mi bicicleta parecía haberse convertido en un cohete espacial, y yo era la astronauta desprevenida. ¿Quién necesita la velocidad de la luz cuando puedes volar como un pájaro desorientado? Me imaginé desafiando el viento como Superman, con mi cabello alborotado y mi bicicleta flotando en el aire. ¡Qué viaje más inesperado!
Pero, por desgracia, mis sueños de grandeza fueron interrumpidos por la ley de la gravedad. Caí estrepitosamente al suelo, y mi bicicleta fue a parar quién sabe dónde. Afortunadamente, no sufrí más que algunos raspones en las rodillas y un golpe a mi orgullo ciclista. Miré alrededor y, para mi sorpresa, me encontraba en medio de una calle completamente desierta, aunque a lo lejos vi a un transeúnte alejándose rápidamente. No sabía si me había visto, si se había asustado o simplemente no quería involucrarse. Parecía que incluso las calles querían mantenerse alejadas de mis torpes aventuras.
Reuniendo todo mi coraje, me puse en pie, sacudí la tierra y traté de deshacerme del barro que se había adherido a mi ropa. Empecé a buscar desesperadamente mi bicicleta perdida, como si estuviera persiguiendo un tesoro escondido. ¿Dónde diablos habría aterrizado ese artefacto intergaláctico? Caminé con paso decidido, siguiendo el rastro de mis pensamientos dispersos y mi música imaginaria, convencida de que encontraría a mi valiente compañera de aventuras.
Después de una búsqueda agotadora, finalmente encontré mi querida bicicleta encima de una montaña de escombros, piedras y un pavimento roto que parecía haber sido víctima de experimentos científicos fallidos. Se veía un poco desaliñada, pero aún podía cumplir su función. Monté de nuevo en ella con una sonrisa desafiante, recordando que, a pesar de todos los obstáculos, era un medio de transporte emocionante y lleno de aventuras.
Regresé a casa pedaleando con un brillo deslumbrante en mis ojos y una melodía desafinada en mi corazón. Me prometí a mí misma ser más consciente de la realidad en mis futuros viajes espaciales en bicicleta y saborear cada momento. Después de todo, aunque no tuviera una Super Nintendo, ¡tenía una bicicleta capaz de llevarme a mundos desconocidos y aventuras alucinantes!